En el
corazón de General Deheza, una problemática creciente está generando tensiones
entre los vecinos: los ruidos molestos. Desde música a volúmenes desmedidos
hasta el constante ronroneo de maquinaria industrial y el estruendo de
motocicletas sin silenciador, el fenómeno está alterando la tranquilidad que
solía caracterizar a esta comunidad.
La
contaminación sonora no solo impacta en el bienestar de las personas, sino que
también pone en jaque la salud mental y física de quienes se ven obligados a
convivir con ella. Estudios han demostrado que la exposición prolongada a
niveles altos de ruido puede generar estrés, insomnio, y problemas
cardiovasculares. En General Deheza, la situación ha llegado a un punto
crítico, según los reclamos que vecinos han hecho llegar tanto a las
autoridades como a los medios.
Cabe
recordar que existen ordenanzas municipales que abordan esta problemática. La
Ordenanza 3004 del año 2017 prohíbe el uso de pirotecnia en la ciudad, una
medida que busca proteger no solo el descanso y bienestar de las personas, sino
también la tranquilidad de los animales. Además, la Ordenanza 4.235/22
establece la prohibición de transitar con escapes libres que contribuyen
significativamente a la contaminación sonora, afectando de manera especial a
personas con autismo y/u otras dificultades. Lamentablemente, el cumplimiento
de estas normativas deja mucho que desear, lo que exacerba la situación.
La
fiscalización, o más bien la falta de ella, se ha convertido en el principal
talón de Aquiles en esta problemática. Los controles son, en el mejor de los
casos, esporádicos y muchas veces reactivos, solo llevándose a cabo después de
quejas reiteradas de los vecinos. Las sanciones, cuando llegan a aplicarse, no
tienen un efecto disuasorio real, ya que suelen ser simbólicas y no atacan de
raíz el problema. Este abandono por parte de las autoridades ha generado una
sensación de impotencia entre los ciudadanos, quienes perciben que sus reclamos
caen en saco roto.
El municipio
no puede permitirse seguir siendo cómplice de esta situación a través de su
inacción. Se requiere de controles constantes, rigurosos y transparentes,
acompañados de sanciones que realmente obliguen a los infractores a modificar
su comportamiento. Además, es fundamental implementar sistemas de denuncia
eficaces que permitan a los vecinos reportar violaciones de manera ágil y
segura.
Sin embargo,
el problema no solo es responsabilidad de las autoridades. Todos somos parte de
la solución. Pequeños cambios en nuestros hábitos cotidianos, como bajar el
volumen de la música, evitar realizar actividades ruidosas en horarios
inapropiados y mantener el mantenimiento adecuado de nuestros vehículos, pueden
marcar una gran diferencia.
Es
imperativo que se tome acción inmediata. Las autoridades locales deben
fortalecer las normativas existentes, garantizar controles efectivos y fomentar
campañas de concientización ciudadana. Pero, sobre todo, necesitamos un
compromiso colectivo para recuperar la calma y la armonía en nuestras calles.
General
Deheza tiene una rica tradición de solidaridad y respeto mutuo. Ahora es
momento de que esos valores se traduzcan en un esfuerzo conjunto por resolver
esta problemática. El silencio también es parte del bienestar, y todos
merecemos disfrutarlo.