Las luces
del Honorable Concejo Deliberante de General Deheza se encienden cada quince
días. Sin embargo, últimamente, su brillo parece más tenue. No porque falte la
presencia física de los concejales, sino porque escasean las ideas, los
proyectos, las discusiones que alimentan la vida democrática de un pueblo. El
orden del día, que hasta no hace mucho se mostraba extenso y generoso, hoy apenas se
sostiene con un puñado de temas que no despiertan más que una tibia atención.
¿Dónde
quedaron aquellos maratónicos debates que terminaban entrada la noche? ¿Dónde
están las propuestas que antes surgían desde las bancas, impulsadas por la
vocación de transformar la ciudad en un lugar mejor, más justo, más inclusivo?
Hoy, el Concejo parece funcionar con piloto automático, limitado a tratar lo
urgente y esquivando lo importante.
Podemos —y
debemos— preguntarnos si la escasez de fondos municipales es un factor
determinante. No se puede ignorar que sin recursos es difícil motorizar grandes
cambios. Pero incluso en la austeridad pueden florecer las buenas ideas, y la
creatividad política debería ser, precisamente, la chispa que encienda
soluciones donde parece haber solo limitaciones.
Entonces,
¿qué está fallando? ¿La falta de interés por parte de los propios concejales?
¿Una ciudadanía que ya no interpela ni exige como antes? ¿Una dirigencia que se
ha acostumbrado a la comodidad del silencio?
El Concejo
no es una formalidad burocrática. Es el espacio donde deben discutirse los
grandes y pequeños temas que atraviesan la vida de los dehecinos: desde el
tránsito hasta el ambiente, desde el presupuesto hasta el deporte, desde la
planificación urbana hasta las necesidades de nuestros jóvenes y adultos
mayores. Cada sesión debe ser una oportunidad para pensar colectivamente el
futuro de General Deheza.
Si los
concejales no llenan ese espacio con proyectos, lo llenará el desinterés. Y eso
sí es peligroso.
Este llamado
no es una crítica hueca. Es una invitación. A repensar el rol del Concejo. A
recuperar el espíritu deliberativo. A que cada edil se pregunte para qué ocupa
su banca. Porque la democracia no se oxida de un día para el otro. Se corroe
lentamente, cuando sus instituciones dejan de ser faros y se convierten en
sombras.
General
Deheza merece un Concejo activo, desafiante, diverso y con propuestas. No solo
para cumplir con el reglamento, sino para honrar la representación. Para eso
están. Para eso fueron elegidos.
Y, sobre
todo, para que el futuro de nuestra ciudad no se construya desde la inercia,
sino desde el compromiso.