En la ciudad
de General Deheza, un lugar que hasta hace poco presumía de ser un modelo en
gestión ambiental, algo huele mal. Y no solo en el sentido literal. La
implementación del programa "Hogares Verdes", que plantea la
recolección de residuos domiciliarios tres días a la semana y los de patio una
sola vez, parece tambalearse al compás de los problemas logísticos y
estructurales. A diario, montones de basura permanecen acumulados en las
esquinas, provocando malestar en los vecinos y un impacto ambiental evidente.
La situación
es alarmante. En lugar de avanzar hacia una ciudad más limpia y ordenada, los
residuos se convierten en parte del paisaje urbano. ¿Dónde está el origen del
problema? Las opiniones están divididas. Algunos señalan a los propios vecinos,
quienes no cumplen con la separación ni con los días asignados para sacar sus
residuos. Otros, en cambio, apuntan hacia una falta evidente de personal y
maquinaria para sostener el cronograma prometido.
En este
contexto, resuena una frase del presidente de la Nación, Javier Milei: "No
hay plata". Este mantra de austeridad parece haberse convertido en la
excusa perfecta para justificar recortes que golpean a todos los niveles de
gestión, incluidos los municipales. Los empleados encargados de la recolección
no reciben el pago de horas extras y trabajan bajo condiciones cada vez más
precarias debido a la reducción del presupuesto. La ecuación es clara: menos
recursos y menos incentivos derivan en un servicio insuficiente.
El impacto
de esta crisis va más allá de las molestias inmediatas. Los residuos acumulados
en las calles son un caldo de cultivo para enfermedades y plagas, además de
contribuir a la contaminación del suelo y el agua. Estamos frente a una bomba
de tiempo ambiental que podría ser evitada con una planificación más rigurosa y
una gestión más eficiente de los recursos.
Pero, ¿cómo
llegamos hasta aquí? Resulta imposible desvincular esta problemática local del
contexto nacional. La crisis económica afecta a cada rincón del país, y General
Deheza no es la excepción. Sin embargo, es necesario preguntarse si el
municipio podría hacer más con lo que tiene. Una mejor comunicación con los
vecinos, incentivos para cumplir con el cronograma y una revisión de
prioridades presupuestarias podrían ser pasos iniciales para revertir esta
situación.
Por otro
lado, no debemos olvidar a los trabajadores municipales, quienes se encuentran
en una posición particularmente vulnerable. Sus reclamos por mejores
condiciones laborales y el pago de horas extras no son meros caprichos; son el
reflejo de un sistema que parece olvidar que, sin ellos, el "Hogares
Verdes" sería solo un buen nombre en un papel.
En
conclusión, la gestión de los residuos en General Deheza es un espejo de una
problemática más amplia: la incapacidad de coordinar esfuerzos entre los
vecinos, el gobierno local y los trabajadores para enfrentar los desafíos del
presente. Mientras seguimos buscando culpables, la basura sigue acumulándose,
el ambiente se deteriora y la confianza en nuestras instituciones se desmorona.
Tal vez, antes de repetir que "no hay plata", deberíamos preguntarnos
si estamos usando bien los recursos que tenemos.