El nuevo
informe “Escuelas que enseñan a leer mejor: el rol transformador del liderazgo
educativo”, elaborado por Juan Assirio y Verónica Poenitz, profesores de la
Escuela de Educación de la Universidad Austral, aporta una mirada diferente
frente a los recientes resultados de las Pruebas Aprender 2024. Frente a una
crisis extendida en la comprensión lectora, los autores afirman que hay margen
para revertir la situación: el liderazgo pedagógico de los equipos directivos
es una de las herramientas más eficaces para mejorar los aprendizajes en
lectura, incluso en contextos adversos.
Un
diagnóstico preocupante
Los datos
del operativo nacional muestran que solo el 45 % de los estudiantes alcanza el
nivel de lectura esperado al finalizar el primer ciclo de primaria. En el
sector estatal, la cifra baja al 40 %, y el 44 % de los estudiantes de
contextos vulnerables presenta rezagos significativos. Estos números no solo
reflejan desigualdad, sino también la urgencia de intervenir pedagógicamente en
los primeros años de escolaridad.
La
evidencia es clara: el liderazgo hace la diferencia
El informe reúne investigaciones nacionales e internacionales que evidencian el impacto directo del liderazgo escolar en los resultados de lectura:
En Estados Unidos, el programa Principal Pipeline Initiative logró mejoras de +6,22 puntos percentiles en lectura tras tres años de implementación.
En Canadá, una mejora en la calidad directiva se asocia con entre 0,2 y 0,36 desviaciones estándar en comprensión lectora, equivalentes a medio año o más de aprendizaje adicional.
En Chile,
las escuelas con liderazgo fuerte suman +5 puntos en lectura y aún más si se
integran estrategias didácticas conectadas con la vida cotidiana.
“Los datos
muestran que cuando el liderazgo se enfoca en lo pedagógico y acompaña a los
docentes, los aprendizajes mejoran incluso en las condiciones más difíciles”,
explican Assirio y Poenitz.
¿Qué
hacen estas escuelas?
El estudio
identifica prácticas concretas de las instituciones que logran mejores
resultados en alfabetización:
Fijan metas
institucionales claras de lectura y escritura.
Observan
clases, acompañan y retroalimentan la enseñanza.
Fomentan el
trabajo colaborativo docente y el uso compartido de datos.
Involucran
activamente a las familias en la cultura lectora.
Estas
acciones no dependen de grandes presupuestos, sino de una visión clara y
compromiso institucional sostenido.
Una
oportunidad para el sistema
Los autores subrayan que el reciente Plan Nacional de Alfabetización es una oportunidad valiosa, pero que su éxito dependerá de fortalecer la formación y el rol pedagógico de los equipos directivos.
“La
alfabetización no puede quedar librada a la voluntad individual: requiere
conducción escolar, tiempo institucional y apoyo continuo”, sostienen.